1 de julio de 2009

La capital de la tolerancia

Publicado en Pro y Contra en la columna MANGUARE

Son la una de la tarde en Ámsterdam. El vuelo desde Lima demora 13 horas. Es la segunda vez que llego a la capital holandesa; partiré de aquí en 8 horas. No conozco otra ciudad de Europa, Ámsterdam me cautiva; aquí hay orden, limpieza (como quisiera eso para mi Iquitos).
En las esquinas y al borde de los canales, cafeterías, gente conversando, leyendo. Tienen museos, teatros, tanto como bibliotecas y librerías y en medio de ellas, y quizás por ellas, se respira un aire de libertad y tolerancia. No es para menos, Holanda es el país de Erasmo de Roterdam, el libre pensador, que sostuvo que la corrupción de la Iglesia Católica era producto del alejamiento de los verdaderos preceptos del cristianismo, no se necesitaba intermediarios para llegar a Dios, ni ministros para comprender las sagradas escrituras, la Iglesia de Roma incluyó sus obras en la lista de los libros prohibidos; fue sin duda inspirador de Lutero, sin embargo se negó a convertirse al protestantismo, para conservar su libertad de pensamiento, su individualismo sin concesiones.

Esta es Ámsterdam, la ciudad liberal y abierta, que en los siglos XVI y XVII era refugio de los que querían escapar de inquisiciones y persecuciones. La tierra de Baruch Spinoza, filósofo judío de origen portugués, que en el siglo XVII dijo que la presunta sabiduría de los sacerdotes sólo era un medio para dominar a las masas. Aseguró que era imposible demostrar la inmortalidad del alma; planteó, además, que Dios no sólo era espíritu, sino también espacio, materia, lo identificó con el universo, con la naturaleza, es decir Dios era la naturaleza. Quizás nuestros ecologistas modernos deberían retornar a Espinoza. Los doctos rabinos dijeron que esto era panteísmo, le impusieron la más brutal sanción de la época: la excomunión.

De otro lado pregunto: ¿En qué otro lugar del mundo, existe un “barrio rosa”, como el de esta ciudad?, predio donde se practica la prostitución con libertad, en un ambiente controlado. No se puede dejar de visitar este barrio, es un placer…para los ojos, bellas mujeres detrás de los escaparates, parecen figuritas sacadas de esas revistas a las que nos aficionábamos en nuestros años juveniles.

Es la tolerancia la que permite la libre comercialización de la marihuana, aparte de otras consideraciones de salud pública o política criminal, es el primer país del mundo en permitirlo, pero ojo, sólo en la zona en la que está permitida su comercialización, fuera de ella su venta es sancionada severamente por la ley, y el consumo fuera de los espacios determinados por el Estado y en público, es rechazada por la sociedad. La lección es sencilla, “tolero tu forma de vida, pero no lo promuevo, menos permito que me lo impongas”.

Todos sabemos que el futbol es una pasión para los holandeses, pero una más permanente es Vincent Van Gogh, el genio loco, creador de la pintura postimpresionista, que en su apasionada relación con Paúl Gauguin se cortó la oreja. Se venden camisetas, corbatas, tazas, gorros y toda clase de objetos con motivos de sus pinturas. Me quedan tres horas, debo visitar el Museo Van Gogh, diez euros el ingreso, dos euros más y te entregan un audífono que te explica en tu idioma, cada cuadro; “Auto Retrato”, “Los girasoles”, “Noche Estrellada” y la que más me impresionó “Comedores de Papas”, el retrato de una familia campesina, reunida en torno de una tenue lámpara, comiendo una bandeja de papas, hasta se puede ver el tenue halo de la papa caliente. Me pregunto si recordarán los holandeses que este humilde tubérculo, andino, domesticado por los peruanos hace tres mil años, salvó del hambre a Europa en el siglo XIX.

Es hora de partir, confieso que estoy emocionado, voy a Bizancio, a Constantinopla. Estambul espera.

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